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La guerra de los sordos

Jorge Majfud PUBLICADO el Jueves 27 de septiembre, 2012
Jorge Majfud

No se puede confiar en la inocencia ni en el valor democrático de las típicas campañas ideológicas que tienen escenario en las redes sociales. Quienes habitualmente invierten billones de dólares en el viejo y a veces irónico sistema representativo (pagando avisos en los mayores medios de información, presionando parlamentos y ayudando a elegir presidentes y senadores) bien pueden invertir alguno que otro millón en lo que pudo ser la base de un sistema de democracia directa, como los foros sociales, los todavía inexistentes parlamentos virtuales y las estratégicas redes sociales.

De hecho, sería ilógico y una muestra inequívoca de incoherencia logística y moral si no lo hicieran. El concepto de “virus” en alguno de estos fenómenos inducidos es particularmente significativo. Este tipo de infecciones sociales creadas por estrategas profesionales es altamente efectivo porque preocupa menos que las antiguas pestes biológicas o que los más recientes virus informáticos: son “virus informativos”.

Mientras tanto, los habitantes de este mundo real y virtual nos sentimos muy libres e independientes reproduciendo esos eslóganes y micropensamientos como si fuesen declaraciones de principios que duran lo que una burbuja en el aire. Al fin y al cabo dejar que otros piensen y hagan por uno es gratis y no cuesta mucho esfuerzo, ni intelectual ni físico. Pero como es sabido, en este mundo dominado por el beneficio y los intereses, cuando algo es gratis uno mismo es el producto.

Recientemente han circulado noticias o imágenes de alguna lapidación en África, las cuales son acompañadas con moralejas como “ahora atrévete a decirme que el Islam no es un cáncer”.

Desde hace años he publicado diferentes artículos denunciando estas barbaridades. Pero también es barbarie atribuir a una religión de mil millones de personas (hay que conocerse más) un crimen que practica una minoría de otros bárbaros. La Biblia (en Levítico, Números, Deuteronomio, etc.) impone el mismo castigo de muerte por lapidación por las mismas razones. El Talmud contiene prescripciones que quizás pocos aceptarían o practicarían de forma literal (de ahí la plétora de interpretaciones sobre esta o aquella línea). Afortunadamente las sociedades han evolucionado, a pesar de los más ortodoxos conservadores que presumen de la perfección divina de sus religiones y de sus morales mientras envían a otros a lapidar o a ser lapidados, por otras razones y a mayor escala.

El humanismo y la tolerancia que conoció y propagó el imperio islámico en algunos momentos de su larga historia, en regiones como la España andaluza donde por períodos convivieron pacíficamente judíos, cristianos y musulmanes, hoy brilla por su ausencia en varios rincones del mundo islámico, razón por la cual para algunos una crítica o una burla a Jesús y, sobre todo a Mahoma vale más que la vida de cualquier persona. Esta idea y práctica está en flagrante contradicción con las mejores tradiciones islámicas, como lo es la protección del visitante sin importar su condición religiosa o ideológica; como lo son algunas prescripciones del mismo Mahoma: “la tinta del sabio es más valiosa que la sangre del mártir”; “instruirse es deber de todo musulmán y de toda musulmana”, “busca la ciencia, aunque debas ir a la China para encontrarla”, “búscala, desde la cuna hasta la tumba”.

Por supuesto que el Corán no carece de líneas que están en conflicto con los valores humanistas más modernos. Pero tampoco la Biblia carece de prescripciones que nos llevarían a la cárcel si las practicáramos al pie de la letra. Tampoco el mismo humanismo se ha salvado de ser un instrumento legitimador de otras barbaridades a lo largo de la historia moderna.

El punto es que no hay que confundir un contexto histórico con la naturaleza de una religión o de un pueblo, sea numeroso o minoritario. Las guerras santas no fueron inventadas por el Islam sino por los papas católicos de la Edad Media. Durante siglos, el cristianismo promovió y practicó diversas formas de autoflagelaciones, de terrorismo de Estado y enalteció el martirio, de forma pasiva o activa. En un gran número, los civilizados alemanes de las décadas anteriores a la Segunda Guerra apoyaron el nazismo. Los japoneses se hicieron famosos por sus kamikazes… Sin embargo nadie o muy pocos dirían que la quema de herejes o de disidentes está en la naturaleza de las religiones judeocristianas, o que el crimen racial es parte de la cultura alemana, o que el suicidio lo es de la cultura japonesa, como si no existiesen personas de otras culturas que se inmolan por una causa o se hacen el harakiri con otros instrumentos.

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3 Comentarios

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  1. Tomando este artículo recordar las palabras de ayer de Evo Morales en la ONU, diciendo lo que dijo y como lo dijo de cristalino… merece, por lo menos… un misero comentario noticioso…
    Pues no, salen las palabras del imperio en ciernes, nuestro socio con sambodromo… y las retoricas bravuconadas para la galeria de madame “rolex buiton”.
    Lo que dijo Correa en la OEA, ni una coma… y eso que ellos tienen al dolar como moneda…
    Ahi tambien estamos sordos, sordos de conciencia. Del espíritu crítico? ni hablemos.

  2. En la época actual, el islamismo manifiesta una total intolerancia frente a las demás religiones y culturas.
    En la mayoría de los países musulmanes, éstas son perseguidas y acosadas.
    Si es que el Islam tiene conceptos de tolerancia y comprensión, sus adeptos están demostrando que esos preceptos no son tenidos en cuenta.
    Y que el odio fanatico que induce a matar, asaltar y quemar puede más que la tolerancia y pacífica convivencia con las demás culturas.

  3. Si, cada día que pasa coincido mas com Magfud. Hasta me atrevería a decir q