Destino

“Eran unas niñas preciosas siempre andaban juntas, eran alegres y muy educadas”

“Hoy de mañana vi a la madre y al padrastro y se me partió el corazón. Iban con ramos de flores y estaban como ‘boleados’, iban para un lado y después para el otro, caminaban para allá, después volvían. Parecía que no sabían ni adónde querían ir. Los entiendo, yo tengo una hija de 8 años y si me pasara algo así no sé que haría”, contó Juan en diálogo con LA REPÚBLICA, un verdulero que hace 35 años trabaja en la esquina donde el viernes un ómnibus atropelló y mató a dos niñas de 7 y 10 años que regresaban de la escuela.

La familia hacía apenas 10 días se había mudado a una humilde casita a una cuadra de Belloni y Lacosta, donde las niñas fallecieron. “No las conocíamos mucho porque hacía poco estaban en la zona. Es una familia humilde que la pelea día a día para vivir. Las niñas eran preciosas venían todos los días a la nochecita a comprar algunas cebollas, verduras y esas cosas para la cena. Siempre andaban juntas y eran alegres, como todo niño y educadas”, contó Juan. Las niñas fallecidas tenían una hermana mayor.

La mamá de las niñas recibe donaciones de ropa de la iglesia y el padrastro trabaja de panadero. En tanto el padre biológico trabaja en una pizzería también en la zona de Manga. El destino fue implacable para la familia. Todas las tardes la madre de las niñas las iba a esperar a la parada cuando regresaban de la escuela, que queda a unas 12 cuadras del lugar. Ese día se le hizo un poco tarde, pero nunca se imaginó que esos minutos le ocasionarían una pérdida de la que tal vez no podrá reponerse. Sobre las 17.30 del viernes se bajaron del ómnibus 169 de Cutcsa. “Ellas cruzaban por delante del ómnibus y en eso el chofer ve por el espejo retrovisor que viene otro ómnibus que va a rebasarlo, desesperado les gritó y les tocó bocina, las niñas se asustaron, dudaron un momento y ya fue tarde”, dice Juan que paradojicamente también las vio juntas por última vez.