Entre vagos y vivos

Ravi Shankar es un genio; te vacía los bolsillos, sale volando evadiendo al fisco y te deja contento, respirando como un idiota. Hablando de idiotas, algunos funcionarios canarios se llevan el premio este mes.

¿Recuerdan a la chica que quedó inválida por causa de un balazo? En su casa tenía una rampa de madera para bajar con su silla de ruedas. Cansada de que se la robaran hizo una de cemento. Un vecino idiota la denunció y la municipalidad la intimó a eliminarla sin ofrecerle solución alguna. No se trata de insensibilidad ni deformación burocrática, es simple idiotez elevada a la quincuagésima potencia.

Un legislador nacionalista tilda de demagogos a sus pares del FA por celebrar el logro de un día no laborable para los peones al aprobar el Día del Trabajador Rural, olvidando que su honorable partido jamás hizo nada por aquellos, más que explotarlos. Su colega, Lacalle Pou, más vivo, proponía que dicho día coincidiera con la Rural del Prado. Creer que ese día los empresarios rurales le darán libre a la peonada… difícil que el chancho chifle.

Unas 80 familias se congregaron frente al Palacio Legislativo con carros y caballos para defender su trabajo. Repruebo la utilización abusiva de los equinos; pero el tema es que no quemaron nada, no rompieron nada ni golpearon a nadie, mientras que los funcionarios de la Biblioteca Nacional agredieron físicamente al director cuando pretendió ingresar. Se supone que los pichis, energúmenos e ignorantes son los mencionados en primer término; sin embargo, no lo parece. Más bien creo que los humildes carreros ofrecieron una lección magistral de civismo a los cultos bibliotecarios.

En el Polo Tecnológico del Cerro se descubre que falta guita y la intendenta les pide a los directivos que renuncien. ¿Les pide? ¡Lo que corresponde es separarlos del cargo y dejarlos a medio sueldo hasta que finalice la investigación administrativa! Si son inocentes se les restituye; si no, se les saca del forro pa’juera. ¿Por qué tanta delicadeza? La misma jerarca compra tres sillones por 5.500 dólares ignorando la observación del Tribunal de Cuentas. A no llorar luego si en los próximos comicios perdemos por goleada.

Una buena. Antes, cuando moría un obrero en una obra, paraban todos sin que eso representara más que un apoyo moral a la familia del fallecido y una protesta por falta de seguridad laboral; pero el Sunca decidió que ahora pararán media jornada y donarán el producto de una hora de trabajo a la familia.

No todos los gremios aciertan. En San José, un funcionario agredió a la directora de un liceo y hubo paro nacional de la enseñanza. ¿Se pelean entre ellos y pagan los estudiantes? Después están los que quieren cobrar por hacer huelga (Ancap) y no comprenden que el gobierno que acceda a ello estará fomentando paros por doquier. El gobierno tendría que priorizar a quienes reclaman por las buenas y no a quienes presionan bordeando la extorsión, como en el caso de los cirujanos o quienes toman edificios públicos vandálicamente.

Tras enterarme del reclamo de los trabajadores de Antel de trabajar menos horas porque sufren de estrés (la cuarta parte del área administrativa tiene parte médico por ello) me vino a la mente la confesión de Inodoro Pereira a su buen amigo Mendieta: “… Vago no soy, quizá algo tímido para el esjuerzo”.

Si aceptamos, ¿qué les decimos a los enfermeros, policías, bomberos o maestros? Uno de ellos me decía que trabajar con niños es una labor insalubre. ¿Y qué si un albañil se estresa? ¿Le pagan la jornada si presenta un certificado por tal causa? ¿Y Mujica? ¿Saben lo estresante que es soportar todos los días críticas, reclamos, problemas de todo tipo y encima lidiar con Cristina? La fémina olvida que no permitimos a los buques imperiales usar el puerto de Montevideo para ir a Las Malvinas, lo que nos hace perder varios millones de dólares; pero volviendo a nuestros estresados funcionarios, pensemos en los conserjes de hotel atendiendo reclamos de los pasajeros. Y las azafatas. Porque un avión corre peligro de caerse…

¿Y qué de taxistas y colectiveros? Un empleado de Antel me comentó que trabajar ocho horas diarias no es vida. Ah, bueno… Sigamos haciendo las cosas a la inversa de los japoneses. Ellos son ricos y trabajan como si fueran pobres, nosotros somos pobres y queremos trabajar como si fuéramos ricos.

De hecho voy a terminar la nota porque me estoy poniendo nervioso. No saben lo estresante que es ser escritor.