editorial

El microcrédito en Uruguay (I)

Desde la aparición del microcrédito en la historia reciente, se desató un proceso que ha terminado en la formación de un mercado mundial del microcrédito, al cual la oferta ya no se acerca solo por fines humanitarios, sino porque las tasas de interés que se cobran por este tipo de crédito son muchísimo más altas que las del mercado tradicional de crédito, y además porque la recuperación de estos créditos es muy alta.

En el Uruguay, de acuerdo a la Encuesta Nacional a Mipymes industriales y de servicios, el 96% de las mipymes del país declara no utilizar el crédito bancario como fuente de financiamiento. Al respecto, aproximadamente el 86% de las mipymes se financian principalmente con reinversión de utilidades y un 19% utilizan el capital personal para hacerlo. En cuando al uso de servicios bancarios en general, más de un tercio (38%) de las mipymes no lo utiliza, y aún más la variedad de dichos servicios se reduce a cuentas corrientes, cajas de ahorros, tarjetas de créditos y pago a proveedores para la mayoría de los casos.

El gobierno frenteamplista tiene una actitud proactiva frente al microcrédito, actitud proactiva que se materializó en la creación del Programa Nacional de Microfinanzas bajo la dependencia de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto que ha desarrollado una vasta tarea de difusión, organización, formación, etc. en todo el país.

Esta actitud es coherente políticamente, porque en realidad para nosotros el tema de microcrédito forma parte de un capítulo de nuestro Programa que es el de la democratización del acceso a los instrumentos financieros.

Capítulo del cual forman parte también todo el proyecto de bancarización que se formalizará en el correr del año que viene, y la regulación del mercado de tarjetas de crédito que se incluye en ese proceso, y que será tratado en una ley con media sanción de Diputados y a estudio en el Senado.

Es decir que, para nosotros, el microcrédito es un componente más de esta política de democratización del acceso a los instrumentos financieros.

Pero fijada esta posición básica frente al tema, quisiera referirme a algunos aspectos que a mi entender deberían estar en el eje de la reflexión en torno a este instrumento.

El primero, tiene que ver con el tema del destino de estos créditos.

El destino del microcrédito debe cumplir el rol de financiar inversión productiva en la escala de quien lo solicita, es decir que el objetivo del microcrédito debe ser la creación o el respaldo a actividades económicas que pueden generar un superávit suficientemente alto como para pagar las altas tasas de interés del mismo.

Dicho de otra manera, la tasa de retorno sobre la inversión del prestatario debe ser mayor que la tasa de interés para la devolución del préstamo.

Este primer elemento, reitero, el destino de los créditos, me parece fundamental, porque de lo contrario, pensando en un instrumento que se generaliza a escala nacional, creo que podríamos entrar en una zona de alto riesgo si destinamos este instrumento financiero a resolver gasto corriente de los diferentes eventos del ciclo vital de las personas, sin generar la posibilidad de devolución.

El segundo aspecto sobre el cual quisiera marcar un punto de atención es sobre el tema de las tasas de interés.

Es sin duda una crítica muy fácil decir que las tasas de interés de estos microcréditos son muy altas, y es fácil si se hacen un conjunto de comparaciones que, en lo personal, me parecen completamente inadecuadas.

Las tasas de interés de estos microcréditos no pueden ser equivalentes a las tasas de interés de los créditos que se otorgan en el sistema bancario, por ejemplo, dado que los montos y todo el conjunto de exigencias previas, como ser certificados de DGI, BPS, balances, garantías, etc., reducen enormemente el riesgo en relación al microcrédito.