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A propósito de la inseguridad

Carlos Scorovich PUBLICADO el Viernes 14 de septiembre, 2012
Carlos Scorovich

Dedicarle una nota a este tema resulta evidentemente limitado, ya sea de mi parte o de otros. Por lo tanto, intentaré resumir. Creo que lo más importante es definir lo que es inseguridad. No colocar en la misma bolsa otros temas que rozan a éste.

Últimamente en nuestro país se encasilla todo hecho en el cual debe intervenir la policía en ese rango. Las autoridades intervienen en arrebatos, robos, secuestros, asesinatos, violencia doméstica, violencia hacia menores, comercio de drogas, consumo de ellas, ebrios en la vía pública, accidentes, y una infinidad de temas en los cuales están obligados a hacerlo. Pero existe diferencia ostensible cuando se trata de violencia familiar y de asesinatos relacionados con la droga, y otros.

¿Por qué diferencia? Porque un herido o muerto por un tema familiar o por comercio de drogas, no es lo mismo que en un asalto. Y allí es cuando debemos saber colocar a unos dentro del rango inseguridad y a los otros en “normales” dentro de la sociedad actual y que en el mundo entero se manifiesta así.

En las últimas décadas el país ha ido evolucionando, para bien en muchas cosas, y algunas evidencian estar unos escalones abajo, como en lo que refiere a lo cotidiano del trato social y educativo de la población. Es común escuchar que en las clases bajas están todos los “males”. Y realmente no es así. Les falta la posibilidad de educarse adecuadamente y formarse, ya sea en el área de trabajo o en la de una profesión académica.

Es más complejo de lo que pensamos darle solución a este tema. Y para que no lleguen a la instancia de delinquir, como medio de solución a sus carencias, se debe educar desde su infancia con ejemplos de trabajo, estudio y respeto. Con un referente familiar, con todo el contenido social que sea espejo para su futuro. Y no el de las limitaciones en todo su escenario hogareño. Que su visión no sea el ocio, la promiscuidad, el uso de armas, y que la bebida que circule ante sus ojos como alimento diario, no sea el alcohol.

Los jóvenes deben ser educados para hacer uso de su sexualidad con responsabilidad, por lo tanto cuando decidan tener hijos, lo hagan convencidos de ello y seguros de poder afrontar esa circunstancia con todo lo que lleva implícita la paternidad, educando a sus descendientes como corresponde. Aquí no propongo el control de natalidad.

Fundamental, creo, es actualizar la Justicia. De la misma forma que los hechos delictivos han mutado, también debe hacerlo la Ley. Para no llegar a tener cárceles que sean campos de concentración, donde coexisten el delincuente primario y el asesino que no puede redimirse.

El individuo que llega a esa situación debe tener la posibilidad de reinsertarse en la sociedad y llevar una vida normal. Para ello las cárceles deben ser lugares donde se eduque, se trabaje, se practiquen deportes, y reciban un trato adecuado a las eventualidades, y no a todos por igual, por haber tomado un camino equivocado en la vida.

Esta tarea, nada fácil, debe ser un compromiso de la sociedad toda, con papel primordial de las autoridades de turno, que rijan el país. Con educación, deportes, trabajo, con las familias desde sus hogares bien constituidos, los educadores trasmitiendo el conocimiento y las buenas costumbres, los políticos dando buenos ejemplos, los medios de comunicación con criterios adecuados hacia quienes vuelcan sus noticias, la Justicia acorde a las circunstancias, y aplicar la solidaridad hacia todo aquel ciudadano que la necesite.

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