el buque maldonado
Recientemente se cumplieron 70 años del hundimiento del buque uruguayo Maldonado por parte de un submarino nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El capitán se transformó en uno de los pocos, si no el único, prisionero de guerra uruguayo que soportó el infierno de los campos de concentración.
En ese episodio bélico, que rompió con los protocolos internacionales ya que Uruguay era un país neutral, el oficial al mando del buque hundido fue Mario Giambruno, que casualmente fue tío abuelo del actual jefe de la Armada Nacional, el contralmirante Ricardo Giambruno.
La experiencia de Mario fue muy dura durante los tres meses que duró su prisión y sobre todo al principio era difícil adivinar cuál iba a ser su suerte. Conoció en carne propia la miseria humana y demencial de la que es capaz la raza.
Mario Giambruno se entregó estoicamente aquel 2 de agosto de 1942 al submarino nazi, que los cercó en aguas del Caribe, para, de alguna manera, resguardar la vida a los 49 tripulantes uruguayos que viajaban en el buque Maldonado rumbo a Estados Unidos.
“Yo no lo conocí, pero mi madre siempre se acuerda de él. Se reunían todos los sábados. Los cuentos que me llegaron es que era que era un hombre de mucho corazón y también muy parco, luego de liberado le fue muy difícil volver a Uruguay porque no había embajada en Alemania ya que habíamos roto relaciones y lo logró recién gracias a una gestión de la embajada de Suiza. Terminó sus días en una chacra. Falleció el 17 de julio de 1955”, contó en diálogo con LA REPÚBLICA, el jefe de la Armada, Ricardo Giambruno.
La historia da cuenta también de que la vocación del mar en la familia Giambruno es de toda la vida. De hecho Mario Giambruno entró a la Armada el 26 de marzo de 1917 y su egreso fue la tercera tanda histórica de una Armada Nacional que recién se estaba gestando.
“En la familia integraron la Armada mi tío abuelo, mi padre Alberto que falleció en 2007 como contralmirante, mi hermano que se retiró el año pasado, yo y bueno mi hermana casada con un contralmirante”, cuenta el actual jefe de la Armada.
Durante la 2da. Guerra Mundial ante la necesidad del Estado uruguayo de sacar la producción nacional y la escasez de bodegas a causa del conflicto armado, el gobierno decidió la incautación de cuatro buques que se encontraban con sus tripulaciones en el puerto de Montevideo. El vapor Maldonado de 126 metros de eslora y 5.265 toneladas era el viejo y lento buque italiano Fausto que fue uno de los confiscados. Había partido en su primer viaje a Estados Unidos a principios del mes de julio bordeando el continente en dirección al norte y pretendía realizar el peligroso cruce del Caribe, infectado de submarinos alemanes transportando 5.800 toneladas de corned beef, 1.000 toneladas de cueros y lana y cerca de 1.000 toneladas de carga en general. El Maldonado navegaba en línea recta sin escolta con la bandera uruguaya bien iluminada por dos reflectores. No cabía duda que se trataba de un buque de país neutral.
Los marinos orientales esa tarde notaron la presencia de un submarino desconocido que los siguió durante cinco horas. Llegada la medianoche no les quedaban dudas sobre las intenciones del submarino. Hacía poco tiempo de la tragedia del buque Montevideo en que murieron 14 marinos (ver recuadro) y la preocupación fue mayúscula entre la tripulación.
A la hora 23.45 efectúo tres disparos de advertencia a la proa del Maldonado, Giambruno ordenó parar maquinas mientras desde el submarino por medio de lámparas de clave morse se ordenó abandonar el buque. Los 49 tripulantes marinos uruguayos abandonaron el buque en cuatro botes salvavidas a la orden del capitán. Luego el submarino alemán se alejó unos mil metros del Maldonado y el comandante alemán Karl Neitzel disparó un torpedo que hizo blanco a babor en el medio del casco destrozando la sala de máquinas. El buque quedó totalmente a oscuras.
Diez minutos después disparó un segundo torpedo a la banda de estribor.
El Maldonado fue torpedeado por el submarino nazi las 23.55 y se hundió para siempre apenas 10 minutos más tarde. El comandante nazi Neitzel mandó llamar al capitán y jefe de Máquinas del Maldonado abordo del submarino, pero solo Giambruno abordó y fue tomado prisionero. No se emitió señales de socorro, porque el Maldonado no poseía ningún código secreto.
La tripulación describió al submarino como muy grande, de unos 70 metros y 700 toneladas, de color gris claro recién pintado, con una torre elíptica con 2 periscopios, 2 cañones y proa de crucero. Este submarino durante la Segunda Guerra Mundial hundió unos 15 buques.
Durante tres días los botes que llevaban a la tripulación uruguaya permanecieron juntos hasta que los vientos y las corrientes los fueron separando casi a la deriva. Pero todos los marinos fueron rescatados días más tarde sanos y salvos. Su capitán la pasaría bastante peor aunque la zozobra tuvo un final feliz. Mario Giambruno terminó sus días lejos de los horrores de la guerra, repasando el intenso destino que le había tocado, mientras recorría el campo, ya no de concentración, sino el verde y amigable de una chacra en un lugar del mundo llamado Progreso.
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