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los intocables

La DGI tiene el deber de fiscalizar

danilo astori PUBLICADO el Jueves 23 de agosto, 2012
Danilo Astori

Durante los dos gobiernos del Frente Amplio, el campo uruguayo vivió uno de los períodos de mayor expansión en toda su historia. Los indicadores sobre el nivel de la inversión, el crecimiento de la producción, la elevación del nivel tecnológico de esta última y el acceso diversificado a los mercados mundiales así lo están demostrando fehacientemente.

Es un mérito de toda la sociedad –lo hemos dicho y repetido muchas veces– pero también de los gobiernos de izquierda. Supimos trabajar para construir un escenario que nos permitiera aprovechar las oportunidades que se nos presentaron y se benefició todo el país. Quedaron atrás aquellas situaciones de grave endeudamiento –vigentes hasta hace relativamente muy poco tiempo– así como también los relevantes problemas productivos que fundamentaron una consigna que todos recordamos: “rentabilidad o muerte”.

En estos días, el presidente de la Federación Rural salió a atacar duramente a la Dirección General Impositiva y al gobierno en su conjunto por las fiscalizaciones que en cien grandes empresas agropecuarias está realizando esa dependencia del Estado, cumpliendo simplemente con su responsabilidad institucional y haciéndolo sobre la base de una visión de igualdad de los ciudadanos ante la ley.

La DGI tiene la obligación de verificar si la evidente prosperidad de esas empresas supone el cumplimiento de sus obligaciones tributarias. De esta manera, defiende la institucionalidad, la legalidad y convoca a la responsabilidad de los ciudadanos en lo que respecta al cumplimiento de las obligaciones referidas. Todo ello, además, a la luz de los grandes objetivos del sistema tributario vigente, especialmente el que tiene que ver con la equidad: los que tienen más y ganan más, deben pagar más.

El presidente de la Federación Rural calificó los operativos de la DGI como una “venganza” y declaró que “esto de salir mediáticamente y con el Instituto de Colonización nos cae muy mal”, agregando que “vamos a analizar a qué productor se le hace la fiscalización y si coinciden con los que han presentado recursos de inconstitucionalidad contra el impuesto a la concentración de inmuebles rurales. Suponemos que sí”. Por otra parte, señaló que la DGI “no tiene por qué salir a los medios a poner al sector agropecuario en el banquillo de los acusados”.

Sin embargo, la DGI ha venido actuando con mucha mesura. No ha puesto a nadie en el “banquillo de los acusados” si no ha tenido razones para hacerlo. Y en este caso, si hay indicios de que algunos grandes empresarios del agronegocio están tributando por montos que no están en línea con la prosperidad que exhiben, la DGI no hace otra cosa que cumplir con su deber al fiscalizarlos. Y eso está bien para el país, para la DGI y también para los propios productores. En este país se terminaron las carteras pesadas crónicas y recurrentes, así como los sectores que hacían de la evasión de impuestos una estrategia permanente. En pocas palabras, se terminaron los intocables.

En la actitud que vengo comentando, no solo hay aspectos tributarios e institucionales en juego. También hay un contenido ideológico y cultural que no puedo dejar pasar. Hay actores en la sociedad uruguaya que se colocan por encima de los demás, se consideran eximidos al menos de algunas obligaciones fundamentales y lo único que añoran es volver a ejercer el poder. Y lo que hay que destacar, porque no deja de ser hasta paradojal, más que los resultados de la economía nacional y de sus propias actividades, les importa encontrar cualquier situación propicia para atacar a la izquierda, al gobierno, al gasto público con destino social y al sistema tributario que se ha diseñado para financiarlo. En suma, se manifiestan en contra de un enfoque que equilibra el crecimiento con la justicia y la apertura de nuevas oportunidades para todos.

En definitiva, se trata de ideas regresivas que, incluso, se imponen a los resultados de los negocios de quienes las profesan y las difunden. Es que la llegada al poder los pondría a cubierto de cualquier incomodidad, como pagar los impuestos que deben pagar y, sobre todo, compartir su prosperidad con el resto de la sociedad uruguaya, empezando por los más humildes.

Es un debate permanente. Y finalizo este comentario reiterando dos aspectos. Este episodio nos sirve a todos para conocernos mejor. Pero que nadie tenga dudas: desde que se puso en práctica el nuevo sistema tributario se terminaron los intocables.

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