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Mujica: “Tengo suerte de estar vivo”

A los 77 años, iniciando la segunda mitad de su mandato como presidente, José “Pepe” Mujica se siente feliz; feliz de estar vivo, de haber salido adelante de la dura adversidad que le tocó pasar en sus 14 años de cárcel para llegar a ser presidente de Uruguay. Y feliz de tener “apenas lo justo y necesario” para poder dedicarse con su esposa y compañera de toda la vida a hacer lo que más les gusta: “tener tiempo para militar”.

Durante la entrevista con FAMA en su chacra, un sábado por la mañana, el presidente conversa en tono sereno, relajado, alejado de todo vértigo. Sus respuestas están siempre impregnadas de reflexión y mucho más cuando cuenta su propia historia. “Yo soy un hombre que tuvo mucha suerte, porque estoy vivo. Pasé un tiempo muy largo recluido en soledad, pero me sirvió para hacer mucha introspección, para caminar hacia adentro, en la medida en que no tenía casi nada hacia afuera”, dice muy seguro. Luego se toma un tiempo para buscar en su interior y agrega: “No sería el que soy si no hubiera vivido una peripecia tan dura que, paradójicamente, me enseñó mucho”.

Si es verdad que los objetivos se alcanzan con esfuerzo, dedicación y actitud positiva, Mujica es un claro ejemplo de ello. Es esa su filosofía ante la vida. “A veces, uno se siente derrotado por las dificultades y se olvida que aprendemos más de ellas que de la bonanza, porque los éxitos y los triunfos de corto plazo envanecen y no enseñan nada, más bien hacen perder la humildad”, cuenta pesuadido.

Y ahí nomás aclara: “Ojo, no tengo nada de masoca. Sólo estoy convencido de que si la adversidad no te destruye, puede dejar enseñanzas en pila. La clave está en no dejarse apabullar por las dificultades, sino aprender de ellas, y caminar después”.

Siempre político, sabe bajar el tono de los consejos para que no parezcan una cátedra de vida y aclara: “Yo no le impongo a nadie mi manera de pensar, pero es la mía”.

La charla deriva entonces hacia los estereotipos del poder, esos que no encajan para nada con un presidente que vive en una modesta chacra, sin empleados, ni guardaespaldas, que dona la mayor parte de su sueldo y que todavía maneja su propio Volkswagen modelo 87 por las calles de Montevideo. Esas mismas características que le valieron el mote de “el presidente más pobre del mundo”.

“Yo no soy pobre -responde-, lamentablemente en algunas sociedades todavía hay reminiscencias de feudalismo y monarquía que hacen que se vea a los representantes de las instituciones con un tipo de prerrogativas que muy poco tienen que ver con la gente común y corriente. Eso es sólo un cliché y el que no encaja parece que queda mal. En Uruguay tenemos la suerte de ser un país profundamente republicano y la distancia entre gobernantes y gobernados es mínima. Yo conocí presidentes que andaban solos por las calles. O que salían a caminar con su perro y se iban hasta el cerro y la gente los paraba para pedirles cosas”.

Pero claro, esto tiene poco que ver con los tiempos actuales y Mujica lo acepta. “Muy frecuentemente, se entra en un nivel de gasto y de ínfulas que nada tiene que ver con la función, pero después deja las mañas. Y el poder pasa y la función pasa y la vida continúa. Y la gente tiene que seguir en la lucha desesperada porque adquirió un estatus que ya no puede perder”. De repente se detiene, hace una pausa y casi murmurando lanza una sentencia categórica: “El que vive para el estatus es un infeliz”.

“Para colmo -agrega-, estamos en una sociedad muy bombardeada, la vidrieras están llenas y todos queremos consumir. La propaganda machacona de la sociedad de consumo necesita vender y vender. Y el mensaje es compre y compre, consuma y consuma”.

Entonces regresa a la propuesta de defender la vida que lanzó recientemente por cadena nacional y pide coherencia: “La vida no se compra con plata. Es un reloj que cuenta en contra y que se nos va” dice, y dobla la apuesta para hablar de la verdadera felicidad: “No entiendo que vengamos a la vida para trabajar y para sufrir, tenemos que trabajar para vivir, pero no vivir para trabajar. Tenemos que tener tiempo para los hijos, para los seres queridos, un margen de tiempo para gastarlo en lo que a cada cual se le ocurra: jugar al fútbol, estar con amigos, pescar o sentarnos bajo de un árbol. Cada cual elige lo que quiere, pero debe tener tiempo para eso”.

Sabe que no es tarea sencilla y que costará mucho imponer en la sociedad su debate sobre la necesidad de honrar la vida, pero está decidido a llevarlo adelante y promover una discusión que llegue a las aulas de las escuelas, de los liceos y a las propias familias. “Tenemos que pensar ¿qué nos está pasando?, los padres hablan muy poco con los hijos, los mayores tiene poca incidencia en la educación, hay una enorme falta de amor en los primeros años de la vida. En mi generación, como dice mi amigo Landricina, eramos hijos de padres de tiempo completo, ahora los gurises están más horas con la televisión que con su familia”.

La entrevista llega al final y sólo queda tiempo para las dos últimas preguntas:

- Usted habló de la vida y de la felicidad. ¿Piensa en la muerte?

El presidente, levanta la mirada y la pierde en la pared blanca del galpón de su casa. Luego contesta: “No, no pienso en la muerte, no le temo en el sentido estricto de la palabra, pero es una compañera amarga que en cualquier momento va a a venir, y es mejor que nos agarre livianos de equipaje”.

- Y cuando llegue ese día …, ¿cómo le gustaría que lo recuerden?

Otra pausa y esta vez los ojos del veterano político toman un brillo especial, nostálgico. Se toma un tiempo que por unos segundos deja en silencio la chacra de Rincón del Cerro, rodeada de acelgas de verde perpetuo.

- “Como un viejo excéntrico y luchador por la igualdad entre la gente… eso es lo máximo que quisiera lograr… y lo voy a hacer …, no tengo dudas”.