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EDUCACIÓN

La universidad y el acceso de las personas con discapacidad

Claudio Rama. Economista (Udelar), doctor en Educación (Unesr); doctor en Derecho (UBA) PUBLICADO el Jueves 19 de julio, 2012
Rama

En 1993, las Naciones Unidas publicaron las Normas Uniformes sobre Equiparación de Oportunidades para las Personas con Discapacidad que rompió con el paradigma asistencial al trascender la idea que el problema es la persona, para centrar el problema en que es el entorno físico el que genera su discapacidad. Desde entonces se promulgaron leyes que impusieron reformas físicas para superar las barreras de la accesibilidad para acceder a los servicios y con ello a la igualdad de oportunidades. Posteriormente se vio que se mantenían las exclusiones educativas y se concibieron políticas proactivas de compensación, equipamientos especiales y capacitaciones profesionales especializadas en asistir a esas personas. Sin embargo tampoco estos enfoques han aumentado significativamente el acceso educativo para estas personas y el reciente Informe Mundial sobre la Discapacidad (OMS) refiere que “el fracaso escolar se observa en todos los grupos de edad y tanto en los países de ingresos altos como bajos, pero con un patrón más acusado en los países más pobres”, en tanto tienen menos recursos para obras. Lo estudios regionales muestran la cruda verdad: en México sólo el 0,27% de la población con discapacidad terminó la educación superior, en Brasil son el 0,4% y en Colombia el 1%, al tiempo que son 0.1% los que estudian postgrado. En Uruguay, el 2,34% de la población tiene discapacidades fuertes, siendo una población que tiende a aumentar y aunque no hay datos de su cobertura universitaria, todo indica que su situación es peor por la ausencia de ofertas de educación a distancia.

La solución para superar las inclusiones en lo educativo, tanto para personas con discapacidad, y sin duda para las personas privadas de libertad, descansa en transformar una educación centrada en la enseñanza a una focalizada en el aprendizaje, y pasar de una educación presencial a una educación a distancia tanto flexible como diferenciada y que por ende permita igualdad de formación a aquellos en desigualdad social. Es en esta carencia de la política educativa donde radica parte de la baja cobertura de los sectores excluidos y que se expresa en Uruguay también el escaso acceso a la universidad de la población de los quintiles inferiores que no logran continuar sus estudios luego de terminar con enorme esfuerzo los ciclos anteriores, y con ello anular la salida del ciclo vicioso de la pobreza.

En el país, la amplia autonomía de los centros educativos públicos y la debilidad de la política pública han permitido que las instituciones terminen seleccionando y marginando alumnos, al no existir políticas preactivas ni educación especial virtual. Por suerte -finalmente- en el 2010 se aprobó la Ley 18.651 de “Protección integral de personas con discapacidad” que está iniciando el recorrido de impulsar la accesibilidad física. En este contexto la Udelar construye una rampa para el acceso en la Facultad de Derecho y hace tiempo la Facultad de Arquitectura instaló una silla mecánica de acceso. Hay también otras acciones puntuales en todas las instituciones, pero que son de hecho gotas en un océano de cientos de discapacidades y problemas de miles de personas. Gotas necesarias sin duda, pero el enfoque de la accesibilidad de las infraestructuras es limitante, costoso y muy lento, y además mayoritariamente se coloca en las fachadas, mientras el interior, desde los baños a las escaleras, desde los pizarrones a las bibliotecas, desde las aulas a los programas, desde las capacidades docentes a los procedimientos administrativos y sobre todo desde las pedagogías y la didáctica, hay un camino infinito, pero que además nunca brindará solución a todos, en tanto hay grados de discapacidad que requieren una educación especial al no ser posible compartir estos aprendizajes a los tiempos, las metodologías y las lógicas presenciales. La ley lamentablemente no ingresa a lo educativo y mantiene un enfoque dominante en la salud y no valoriza otra modalidad no presencial.

En esta materia educativa se requiere un enfoque centrado en la educación virtual como ambiente dominante de un autoaprendizaje asistido y colaborativo en red. Son las tecnologías digitales el camino central actual para lograr la accesibilidad de esta población marginada en la educación superior como lo es “educación especial” en primaria. Hoy el fracaso en el acceso a las personas con discapacidad en el nivel universitario descansa en el monopolio de una educación presencial basada en el aula, la lengua, la tiza y el pizarrón como única modalidad educativa, mientras que a escala global el nuevo paradigma de atención a los diversos problemas de la accesibilidad descansa en el uso de plataformas virtuales como aulas y recursos de aprendizaje digitales, software de autoaprendizaje y sistemas de evaluación automatizados. La ausencia de una educación virtual es la base más importante de esta exclusión universitaria.

 

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