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arte

Dibujo de dos décadas

Durante las décadas del 80 y 90, recuperada la democracia, surgió una generación de dibujantes que rápidamente impuso los nuevos códigos artísticos.

Nelson Di Maggio PUBLICADO el Sábado 7 de julio, 2012

Una generación sofocada por la dictadura cívico- militar, sin posibilidades de estudios formales por la clausura de la Escuela Nacional de Bellas Artes y el descenso del nivel de toda la enseñanza oficial que aún hoy no ha podido ser recuperado en su legítima dimensión operativa.

Los aspirantes a creadores visuales se refugiaran en seis talleres principales: Hugo Longa, Nelson Ramos, Miguel A. Pareja en los cursos de Galería Aramayo, Clever Lara, Pepe Montes y Guillermo Fernández. La orfebrería tuvo en el taller de Zina Fernández y la tapicería en los cursos de Cecilia Brugnini, Ernesto Aroztegui y Nazar Kazanchian el amparo a las inquietudes artísticas. La Alianza Francesa, en primer lugar, Cinemateca Uruguaya y la Asociación Cristiana de Jóvenes fueron los bastiones de la cultura resistente de mayor densidad intelectual y regular y constante actividad, esquivando los zarpazos de la censura y la clausura.

Es un período cercano en el tiempo al que los historiadores locales no lo han registrado hasta el momento. Y si bien toda crítica está condenada a analizar desde su propia percepción, como escribió la semióloga Julia Kristeva, una cierta objetividad no es incompatible con esa condición, recordando a Baudelaire sobre la subjetividad crítica pero dentro de los mayores márgenes posibles de comprensión.

A partir de 1985 se recuperó la libertad de comunicación y las diferentes expresiones emergieron en abundancia. Los salones municipales (menos el nacional interrumpido por el presidente Sanguinetti durante 17 años) y los de entidades públicas (bancos República, Hipotecario, Antel, Ute, NMB Bank, Bienarte), empresas privadas (Coca Cola), e institutos extranjeros (embajadas de Francia y Brasil), apoyaron encuentros nacionales y facilitaron el desplazamiento al exterior, con premios importantes. Fueron numerosos, movilizadores, en contraste con los escasos estímulos actuales y la situación de intemperie en que se encuentran los artistas nacionales.

El envío a la XVIII Bienal de San Pablo de Agueda Dicancro, Wifredo Díaz Valdez, Silveira-Abbondanza, Hugo Nantes y Nelson Ramos fue significativa en la diversidad expresiva y los disímiles materiales utilizados (chatarra, papel, vidrio, madera, cerámica): estaba ligada a una visión del país en que se vive, las limitaciones económicas, la pobreza, la herencia artesanal y el despertar tecnológico. Más autorreferentes o más socialmente críticos o más lúdicos, esos artistas marcaron el arte nacional.

En el terreno internacional, se cuestionó no ya la desaparición o muerte de la pintura o el arte, sino la definición de arte. Y el arte es el conjunto de los objetos y prácticas que en una sociedad históricamente determinada son socialmente reconocidos como tal.

La primera conclusión sobre los años 80 es la falencia en la creencia de la posibilidad de enunciar criterios con pretensiones de una definición universal de lo que puede o no ser arte. Esta es, en el plano epistemológico, una de las rupturas paradigmáticas correspondiente a la condición posmoderna (Lyotard), o a la entrada del arte en su época poshistórica (Danto).

Las consecuencias de esta ruptura epistemológica en el panorama de las artes visuales fueron la generalización del pluralismo y eclecticismo que se expresaron a través del multiculturalismo, cosmopolitismo y experimentalismo. Apertura a la diversidad, en todas direcciones. Como contrapunto, a estas tendencias, surgieron el conservadurismo ultraliberal (Ronald Reagan, Margaret Thatcher) y su proyección en otros países.

La caída del muro de Berlín, la demolición de la Unión Soviética y la desaparición de los países comunistas europeos, generaron en sus adeptos una fuerte zona de depresión y desencanto, que en algunos militantes nostálgicos, con mentalidad rígida, todavía perdura. La especulación de la bolsa, los yuppies, la euforia mundana, los grandes encuentros internacionales, la multiplicación de museos y bienales, la explosión mediática, constituyeron componentes ineludibles de la vida artística de los 80. Una década caracterizada por la obscena especulación de las obras de arte, la crisis de las ideologías, la velocidad de las comunicaciones (modificación de la noción de espacio, de tiempo, la globalización) y la estetización, como elementos principales. (Primera de dos notas sobre la exposición “Dibujantes surgidos en los ´80 y ´90”, en la Sala Carlos F. Sáez).

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