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amor de nobleza
“Te amo, eres bellísima”, fue la frase símbolo de la boda que hizo revivir el esplendor de aquella más envarada del príncipe Carlos y Diana, padres de William, en el lejano 1981.
Para los súbditos británicos, solo falta la llegada de la cigüeña al Palacio de Kensington para que la alegría sea completa.
El 29 de abril del año pasado el casamiento se transmitió a todo el mundo y fue seguido por 2.000 millones de personas (el triple que la boda de Carlos y Diana), con sitios web expresamente dedicados al evento, tazas con fotos, postales, banderines y comparaciones constantes con la ceremonia de 30 años atrás.
Entre las imágenes inolvidables, el vestido a lo Grace Kelly diseñado para Kate por Sarah Burton, de Alexander McQueen, y la brillante chaqueta roja del emocionado William. Sin contar los bizarros sombreros de las hijas de Sarah Ferguson, impávidas bajo sus raras estructuras de mal gusto.
Sin embargo, probablemente lo más espléndido y envidiado por gran parte de las mujeres del mundo fue el “lado B” de Pippa, la hermana de Kate, y sus miradas de entendimiento con su pelirrojo cuñado Harry. En los días sucesivos los medios exaltaron el esplendor pero también la normalidad de los jóvenes, al menos todo lo normal que se puede ser en una pareja que se diría salida de un cuento de Cenicienta.