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desfile
Hoy la fiesta por Isla de Flores vive su segundo día desde las 21 horas.
El sol todavía brillaba cuando arrancó el desfile de Llamadas por la mítica Isla de Flores. La gente ya colmaba las calles y todavía llegaban grupos apurados que bajaban desde 18 de Julio. Las fogatas para templar las lonjas de los tambores se armaban con papeles y maderas juntadas en la vuelta y abundaban en los alrededores de Isla de Flores, que estaba de fiesta para la ocasión. El viento que amenazó desde tempranas horas del día había amainado bastante y fue un respiro para los portaestandartes y porta banderas, que son quienes más lo sufren. Las bailarinas ensayaban casi sin darse cuenta los pasos de la comparsa mientras hablaban y apuraban el último cigarrillo antes de salir. Las reinas abrieron el desfile y la gente explotó en aplausos, sonrisas y gritos de aliento que no pararían hasta la madrugada. Martina tiene cinco años y vino con su madre y su padre por primera vez. Los ojos grandes como naranjas no daban crédito a tanta locura y descubría que también los grandes juegan a disfrazarse y bailar. El Sol fue dejando paso a las estrellas y los colores se hicieron más brillantes aún. Los tambores hacían temblar el pavimento y nadie podía quedarse en su lugar. En las veredas no cabía un alfiler y la gente se las arreglaba para bailar en una baldosa. Miles de fotos caían sobre las bailarinas y todos querían congelar ese momento en una imagen para el recuerdo.
El escobero hacía de las suyas desafiando las leyes físicas, y gramilleros y mamas viejas avanzaban entre la muchedumbre, tan lejana de los comienzos de la tradición cuando no había ni concurso, ni premios y los afrodescendientes descargaban en el tambor y en una danza las añoranzas de su tierra, la soledad y los sufrimientos de la raza. Estas Llamadas son para la televisión, para los turistas, son puro espectáculo, pero aún, entre las luces de las cámaras y el glamour de la televisión, sobrevive aquella tradición. En las manos ensangrentadas sobre la lonja, en la concentración del tamborilero, en el sonido del tambor y en el cuerpo de quienes lo bailan. Así llegan los ancestros convocados a puro frenesí pagano y la tradición se repite, se mantiene, valiente, vanidosa y eterna.
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