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arte
Desde el vamos, las contradicciones no faltan. De acuerdo a los comunicados difundidos, el acento no estará en obras individuales y de artistas singulares. No obstante, hay tres personalidades que merecerán una especial atención por parte de Luis Pérez Oramas, curador general, un venezolano historiador de arte, escritor y poeta, formado en Francia, de conocida trayectoria internacional, visitante frustrado de Montevideo como posible jurado del escandaloso Premio Nacional de Artes Visuales, de infausta memoria de la pasada temporada.
Amparado en el tema “La inminencia de las poéticas”, un retomar de las principales ideas del filósofo francés Michel de Certeau (1925-1986) en “La invención de lo cotidiano”, libro agotado, publicado en 1980, de una investigación iniciada en 1974, lúcido e implacable observador para comprender las prácticas culturales, Pérez Oramas intenta diferenciarse de los antecedentes conocidos en estos certámenes internacionales con mayor fundamentación teórica.
Aunque todavía falta conocer la totalidad de los nombres seleccionados, hay tres ya designados y uno de ellos escapa a los cánones normalmente establecidos. Se trata de Arthur Bispo do Rosário, nacido en 1909 en Japaratuba, Sergipe, una de las regiones más pobres del nordeste brasileño y fallecido en Río de Janeiro en 1989. Negro, descendiente de esclavos africanos, marinero, boxeador (llegó a ser campeón de peso ligero), portero de hotel, empleado de diversas empresas, sirviente de una adinerada familia carioca, en la noche del 22 de diciembre de 1938 despertó con alucinaciones en las cuales se aparecía Cristo acompañado de siete ángeles azulados, que lo indujeron a confesar a su patrón, el abogado Humberto Magalhaes Leoni, que iba a presentarse en la Iglesia de la Candelaria. Anduvo errando por las calles de Río de Janeiro, recorrió varias iglesias hasta que finalmente subió al Monasterio de San Bento y anunció a los monjes que era un enviado de Dios, encargado de juzgar a los vivos y a los muertos. Dos días más tarde, detenido y fichado por la policía fue internado en el Hospital Nacional de Alienados como “negro, indigente, sin documentos”. Se le diagnosticó esquizofrenia paranoide.
A partir de esa internación y durante cuarenta años, su locura derivó hacia la creación de objetos, pinturas, bordados que hacía rompiendo su uniforme de internado y utilizando los hilos azules (en la visión angelical) para elaborar imágenes y frases, artesanías de las más variadas, siempre excesivas y barrocas para no desmentir sus orígenes. Los grandes maestros del arte contemporáneo parecen circular en esas delirantes elaboraciones: Arman en las acumulaciones de instrumentos de cocina, Ben en los bordados y escrituras, Andy Warhol en los retratos, Marcel Duchamp en los ensamblajes de ruedas de bicicleta y la lista podría continuar por la asombrosa vecindad y paralelismo sin que acaso nunca los conoció o tuvo noticia, al navegar por múltiples lenguajes y experiencias estéticas.
Todas las obras, de asombrosa inventiva, están hechas con elementos sencillos a su alcance: trapos viejos, papeles, cartones, maderas, desechos, chatarra, en fin. Lo cierto es que su condición de alienado comenzó a llamar la atención del mundo artístico a raíz de una exposición de presos y alienados en público. Frederico Morais, crítico de arte y curador de la 1era. Bienal del Mercosur, le organizó la primera exposición individual. A partir de ahí su enorme producción se difundió “urbi et orbi”. La Bienal de Venecia, el Jeu de Pomme de París, la Fundación Proa de Buenos Aires en “Imágenes del inconsciente”, la última Bienal de Lyon, lo incorporaron por diversos pretextos a su agenda, recibiendo exaltados elogios.
Ahora le corresponde a la trigésima Bienal de San Pablo recuperar una figura singular, de alto vuelo imaginativo, no suficientemente difundida por estas latitudes.
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excelente como todas las notas de Nelson
Comentario by Mercedes González — 29 enero, 2012 @ 12:39
Genial, si hubiera artistas de verdad en ronda, el nombre de Arthur Bispo do Rosário, no lo recordaría ni el enfermero que le daba la medicación…post mortem tuvo suerte este personaje…¿cuántos podríamos encontrar hoy en los manicomios del mundo? algo ocurre con el arte pues todo es un delirio, el arte no se escapa.
En la próxima Bienal expondrán la obra de un presidiario que jugaba con huesos o de un político que pintaba en sus ratos libres, que eran muchos, florcitas.
Volver a empezar, Maldon.
Comentario by PEPE — 30 enero, 2012 @ 21:45