Jueves, 12 de Julio de 2012. Montevideo - Uruguay
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tiempos modernos

El poder de las camperas

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Julio Guillot

Es indiscutible el poder de abrigar que tienen las camperas, esas prendas insustituibles que tanto nos abrigan del frío como nos protegen de la lluvia. A la cintura o tres cuartos (o incluso más larga, por debajo de la rodilla), la campera es una pilcha que si no existiera, habría que inventarla, de tan útil que es; con eso le digo todo, mire.

Pero como le digo una cosa, le digo la otra: nunca se me ocurrió que una prenda de vestir pudiera llegar a tener la trascendencia política que tuvo, días pasados, la que lució el presidente uruguayo José Mujica en la cumbre latinoamericana y caribeña reunida en Caracas. Lo que pasa es que no era cualquier campera, ni siquiera una de marca como Ufo, Jean Vernier u otras de prestigio parecido. Nada de eso: era… ¡una campera del Ejército venezolano! ¡Sí, nuestro presidente se presentó a la reunión enfundado en el uniforme de las fuerzas armadas chavistas! Como para no generar la indignación de lo mejor de nuestra clase política.

Bajo el pretexto de que el Pepe tenía frío (burda patraña dado que en el trópico siempre hace calor), nuestro primer mandatario no vaciló en cubrir su humanidad con un atuendo muy poco oriental del Uruguay, ajeno por completo al ideario artiguista.

Felizmente los orientales tenemos quien vele por nuestros más caros principios y más puros ideales. Políticos blancos y colorados, dejando momentáneamente de lado sus pequeñas y mezquinas diferencias, se unieron rápidamente en un coro bien afiatado que lanzó sus anatemas contra el Presidente y su magro patriotismo. De entre los corifeos, resalta el siempre atento don Luis Alberto Lacalle, hombre apegado a las tradiciones más acendradas, esas que provienen de lo más profundo de la orientalidad forjada por gauchos bravíos e indios indómitos… (perdón, se me agotó la lista de lugares comunes).

Bueno, sigo. ¿Alguna vez Julio María,“ el Cuqui ”o Jorge Batlle se disfrazaron de militares foráneos? ¿Alguien vio a Nardone, Gestido, Pacheco o Bordaberry luciendo uniformes castrenses de otros ejércitos? ¿Acaso el otro Pepe, el viejo Batlle, se quitó el sobretodo para ponerse un capote militar francés? ¿Se imaginan a Herrera luciendo una gorra de la Marina inglesa en lugar del gacho clásico?

No dejemos pasar este atentado a la patria. Encolumnémonos tras los preclaros líderes de la oposición que nos señalan el verdadero rumbo.

Dejemos de lado lo superfluo y pongamos el acento sobre lo que importa. Nada de distraernos con hallazgos arqueológicos que no son sino una cortina de humo para ocultar la ofensa que Mujica ha inferido a las Fuerzas Armadas.

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