Por: MARCELO HERNÁNDEZ
Fue otra de las mañanas grises en la capital uruguaya cuando TRIBUNA llegó hasta el Comando del Ejército en Bvar. Artigas, para conversar, tras el entrenamiento de los árbitros, con el maragato Jimmy Álvarez.
Un tipo simple, con muchos sueños y con constantes demostraciones de agradecimiento y hasta de devoción por haber elegido ser juez.
Esa elección, si bien fue propia, la mamó desde la cuna prácticamente, ya que su viejo también lo fue. Al principio, Jimmy lo seguía, pero casi al final de la vida de su padre, se invirtieron las cosas, y era el viejo quien lo veía desde la tribuna.
Y esa pasión, la absorbió totalmente y se la pasó a su familia, que lo acompaña siempre a la canchas, lo que le da al joven árbitro la fuerza para seguir y hacer lo mejor posible su función, que tanto lo apasiona.
¿Cómo empezaste en el arbitraje?
Arranqué con 15 años en la Liga de San José, haciendo el curso. Quien me motivó fue mi padre, que falleció el año pasado. Él fue árbitro y durante 12 años fue “Escudo de Oro de OFI”. Hizo muchas finales del Interior, algunos internacionales e incluso arbitró en Montevideo. Siempre seguí a mi “viejo” desde chico, y un día un instructor me dijo que tenía buen físico para ser árbitro. Lo salvé y a los 16 empecé a arbitrar con permiso de menor allá en San José. En 1996 fue una cuaterna de Montevideo a hacer un amistoso de la Sub 20 de Uruguay contra Australia en San José. El central era Juan Carlos Pereira, y los asistentes Ruben Menezes, que hoy está en el Colegio, Ronald Meltzer y William De Grothe, coterráneo mío. Estuve con ellos, que me pasaron los datos. Tenía 18 años. Vine, me anoté y enseguida arranqué con el curso, y desde 1998 estoy arbitrando en la AUF.
¿Entonces no sos el típico futbolista frustrado que arranca para el arbitraje porque no le va bien de jugador?
No. En mi casa viene de familia. Por seguir a mi viejo me enamoré de la carrera, y hoy en día no estoy arrepentido de haberla elegido.
Eras su orgullo, porque seguías el camino que él había abierto.
Sin dudas. Ese apoyo fue fundamental. Y también lo es el que me dan en el trabajo. Los compañeros, el jefe. Si bien somos profesionales, no es al 100%, por eso tenemos que tener otro trabajo.
¿Cuál es tu tarea paralela al arbitraje?
Trabajo de administrativo en la secretaría del hospital psiquiátrico más grande del país, que es la Colonia Etchepare Santín Carlos Rossi. Para ello hice un curso de administración y luego me perfeccioné un poco con otro para cargos medios en la Administración Pública. Pero siempre me voy perfeccionando. Además en los próximos días comenzaré a trabajar en la Comisión de Administradores de Hospitales Públicos del Uruguay.
La gente del fútbol que va a hacer un trámite a la Colonia te ha reconocido y dicho: “Vos le cobraste bien o mal a mi cuadro”?
Esa interacción se da seguido. Siempre con respeto, en buen tono. Allá también tenemos a Líber Prudente que trabaja y eso me saca un poco de presión, a veces. Pero el uruguayo es una persona muy ubicada, en comparación con lo que nos cuentan colegas de otros países. Hemos salido a entrenar por los canteros de Avda. Italia o en la playa del Buceo, y son muy educados con nosotros, más allá de alguna chanza.
¿Cómo se conforma tu familia?
Ella me da también un apoyo fundamental. Laura, mi esposa, es auxiliar de farmacia en una dependencia pública. Mis hijos, Rodrigo, 7 años, y Angie, de 9. Todos me acompañan casi siempre a los partidos. Eso me gusta mucho, lo disfrutamos. Incluso van a alentarme a las pruebas físicas y eso le gusta mucho a los profes, que lo ven muy positivo, y a los médicos y a lo psicólogos.
¿Y cuáles son los comentarios de tu familia tras partido?
El más chico es el más cómico en sus comentarios y nos hace reír a todos. “No viste tal cosa”, dice, y eso llama la atención porque con esa edad que te quiera corregir algo… Pero eso es bárbaro. Hace unos días sufrí una lesión que me tuvo parado 15 días y el apoyo de todos es muy importante. Me siento reconfortado con mi familia, amigos y compañeros de trabajo.
¿Cómo es un día común sin partidos?
A las 8.00 entro a trabajar, hasta las 16, 17.00 horas. Vuelvo a casa y llevó a mi hijo a practicar baby fútbol, que le encanta, en el club Villa Ituzaingó, y a la nena al inglés u a otra actividad que tenga. Luego comparto las tareas del hogar con mi señora, y si al otro día no tengo que madrugar, la parrilla se prende y tiramos algo arriba. Si tengo entrenamiento, o sea, martes y jueves, 5.30 me levanto, a las 6 a la ruta y entreno de 8 a 9.30, y pego la vuelta. Trabajo de 11, 12, a 18, 19.
¿Y un día con partido?
Me levanto temprano. Si es un sábado, feria. Después almorzar y preparar religiosamente el bolso. Que no falte nada. Luego arrancar para Montevideo lo más temprano que pueda para llegar con tiempo para coordinar todo. Con respecto al partido, el día previo conversamos con los de la terna y coordinamos todo.
¿Qué te ha dado y que te ha sacado el fútbol?
En la hora de poner en la balanza, no he perdido nada. Ha sido todo ganancia. Amigos, gente que a través del fútbol he conocido. También la unión familiar, porque mi actividad es una de la familia. Perder nada. Soy un agradecido que el Colegio de Árbitros me tenga en cuenta semana a semana para poder pisar un escenario deportivo y hacer lo que más me gusta. Y a las reuniones familiares que no puedo ir, mis afectos saben porqué es. Además siempre es tiempo para estar con los amigos. En resumen, soy un enamorado del arbitraje y de todo lo que me ha dado.
¿Existe la corrupción en el arbitraje? ¿Alguna vez te ha pasado cerca?
Si existe, acá no lo vemos, aunque a veces parezca que nos estamos sacando el lazo de encima. En mi carrera no puedo decir que vino un jugador o un dirigente y me ofreció un dinero para favorecer a este o aquel. En Uruguay no lo tenemos. Leí una nota a Jorge Nieves y le preguntaban como hacían con la corrupción, y él respondió que no hacía nada porque acá no había. El tema es que el uruguayo por idiosincrasia es desconfiado. Pero la gente no sabe y es bueno que lo entienda y para eso están buenas este tipo de notas, que el árbitro no gana nada si favorece a alguien en forma equivocada, sino que pierde en su carrera, en su prestigio y el estar disponible el próximo fin de semana para arbitrar. Por eso, el favorecer a uno o perjudicar a otro solo es nocivo para el propio árbitro.
Y además de esto, está la tecnificación del fútbol en las transmisiones, ¿no?
Sí, eso le exige aún más al árbitro, porque lo obliga a ser cada vez más profesional. Y eso no pasaba antes. Y esas cosas la gente no las entiende. Y nosotros no tenemos que calentarnos con eso, sino aprender y buscar mejorar, minimizar el error. Estudiar su forma de dirigir.
¿De dónde viene el nombre “Jimmy”?
Mi mamá, que vive en San José, me contó que por aquella época, yo nacía en 1976, había unas pilas llamadas “Jimmy”, que surgieron en 1975 en honor a un presidente (Jimmy Carter, de EEUU).
Mi querido “viejo”
De chico era golero y hasta los 15 años jugué en Villa Ituzaingó, de donde soy, pero siempre me gustó más arbitrar. Además, papá fue una persona que me apoyó hasta el último día de su vida en mi carrera. A tal punto que tengo una anécdota de eso. Lo habían internado en el Hospital Maciel un lunes para operarlo, y el domingo arbitraba Juventud de Las Piedras con Racing en 1ª en Canelones. Cuando miro a la tribuna en el entretiempo estaba mi viejo ahí. Se había escapado. Cuando terminé lo fui a buscar y le dije: ‘¿Qué hacés acá?’ y él me respondió: ‘Pensé que era la última vez que te iba a ver’. Y esas son cosas que te marcan mucho en la vida.
Los Sueños
¿Todavía no arbitraste “clásicos”?
No, solo estuve de 4º árbitro. Si Dios quiere me va a tocar. Los “clásicos” están reservados para los internacionales. Y ese es mi objetivo. Pero eso depende de si tengo un buen año y subo de categoría.
¿Lo internacional es un pendiente aún de tu carrera?
Sí, es como un profesor que quiere ser catedrático y después rector. Es el summum de la carrera.
Después del arbitraje
No lo he pensado. Me quedan 10 años aún. Quiero disfrutar este momento y mucho. Si viene algo mejor, bárbaro, sino seguir en esta línea para superarme a mí mismo.
